Por: José Luis Vázquez Borau/ jvaszquez.borau@gmail.com
Este artículo está tomado de la sección “Aprendamos de las religiones”, páginas 32-35, Revista Religión y Escuela. La revista del profesorado de religión, No. 280, mayo 2014.
En la experiencia religiosa la creación es obra de Dios, en consecuencia ningún creyente puede quedarse impasible ante la destrucción de lo que Dios ha hecho. Por ello, todas las religiones están implicadas en la conservación de la Tierra.
Si la creación es obra de Dios, ningún creyente puede quedarse impasible ante la destrucción de lo que Dios ha hecho. En cada flor, en cada galaxia, en cada animalito hay un mensaje de sabiduría que viene de Dios. Perder una especie, o peor aún, colaborar en su extinción, es como cerrar los ojos a las maravillas del Señor. Es algo equivalente a la ingratitud y la sordera. Por el contrario, como lo testificó sobre todo San Francisco de Asís, la contemplación respetuosa y amorosa de la naturaleza es un camino real de encuentro con el Señor.
- El respeto de la naturaleza de los animistas: Nuestros antepasados de las religiones animistas dan un especial significado espiritual a los ríos y lagos, a los océanos y mares. Se tenía como sacrilegio profanar las aguas de un arroyo limpio o de un bello río, no solo porque se viera en ellas una poderosa fuente de inspiración y de satisfacción estética, sino porque eran las fuentes de riqueza entregadas por las divinidades y de las cuales dependían sus vidas. En términos simbólicos, la Tierra no es solo nuestra casa, sino como todas las antiguas civilizaciones reconocen, en nuestra Madre, un lugar sagrado al que hay que cuidar y preservar.
- La creación al cuidado del hombre en el judaísmo: El libro del Génesis nos habla de cómo Dios encarga la creación al cuidado del hombre. La corona de la creación, el hombre, es el que más se asemeja a Dios. Ha sido dotado de inteligencia, y tiene libre albedrío para elegir entre el bien y el mal. Su destino depende de su elección. Según la Torá, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. No en su forma externa sino en la posibilidad de imitar los atributos de Dios, y en esto consiste su tarea en la tierra: mejorar permanentemente sus cualidades espirituales e intelectuales para asemejarse cada vez más a Dios y así ser su colaborar en la permanente renovación de la creación. El hombre es administrador de la naturaleza por mandato de Dios. Puede gozar de sus bienes y no está obligado a privarse de las bellezas y goces de la vida, siempre y cuando los compense con su trabajo y acepte que también los demás, sus iguales, pueden disfrutan de los mismos beneficios.
- Arrogancia y humildad ante la naturaleza en el Cristianismo: Gracias a los progresos de la técnica maquinista robustecido a lo largo de los siglos por un despliegue extraordinario de las capacidades científico-tecnológicas de la civilización, el antropomorfismo, la sobrestimación de lo humano que penetra el cristianismo occidental, le da permiso al ser humano de explotar la naturaleza sin tener en cuenta su integridad y cuidado, con la convicción de que ella tiene como destino único servir a los seres humanos. Esta arrogancia se fundamenta en la historia de la creación expresada en la Biblia: Y Dios creó al hombre a su imagen, varón y hembra. Y les dijo: “Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1, 31).
Esta arrogancia frente a la creación queda disminuida y ajustada con la figura del humilde hermano Francisco de Asís, quien tuvo en gran aprecio todas las obras del Creador, y con inspiración casi sobrenatural, compuso aquel bellísimo Cántico de las Criaturas, a través de las cuales, especialmente del hermano sol, la hermana luna y las estrellas, rindió al omnipotente y buen Señor la debida alabanza, gloria, honor y toda bendición.
- Alá se revela también a través de la naturaleza. Como es obvio, el Corán es anterior a la devastación de la naturaleza, pero podemos encontrar en él las claves de un modo de vida halal o saludable. Los teólogos musulmanes hablan del Libro revelado y del Libro de la Naturaleza, a través del cual Alá también se nos revela. Esto implica una identidad entre el signo natural y la palabra revelada. El Islam considera la creación como un Libro abierto, el cual manifiesta la sabiduría, la Majestad y la Belleza de Alá. También se considera que todas las criaturas tienen su propia vida, su propio lenguaje y modos de organizarse, formando comunidades que deben ser respetadas como tales.
- La naturaleza considerada como una diosa por el hinduismo. La tierra, representada como una diosa, es venerada en muchos rituales hindúes. Millones de hindúes recitan a diario los mantras en sánscrito que veneran a sus ríos, montañas, árboles y animales. Muchos de ellos también siguen una dieta vegetariana por razones religiosas, y se oponen a la matanza institucionalizada de animales para el consumo del ser humano. Por ejemplo, antes de cavar para poner los fundamentos de un edificio se invita a un sacerdote para que realice una oración. El objetivo es buscar el perdón de la madre tierra por herirla. Para muchos hindúes, el concepto de la protección del medio ambiente no está separado de la enseñanza religiosa, si bien hoy día se enfrentan a muchos problemas medioambientales, como la contaminación de los ríos.
- La importancia del mundo interno para el budismo. El punto de partida para la sabiduría budista sobre la naturaleza es el espíritu de la misericordia. Cuando tratamos con ojos y corazón piadosos a todos los seres y no olvidamos en ningún momento que los otros seres nos han hecho posible nuestra subsistencia, podremos convivir armoniosamente con los otros seres vivientes y la naturaleza.
El budismo divide el estado de la vida en dos tipos: Los seres vivientes sentimentales y los seres no sentimentales. El hombre y los animales son seres vivientes sentimentales en tanto que las plantas y las montañas, ríos y tierras son seres no sentimentales. El budismo afirma: todos los hombres son mis padres, todas las mujeres son mis madres y yo nací de todos ellos, razón por la cual todos los seres de los seis grupos vivientes son mis padres y matarlos para comer es matar a mis padres y a mí mismo. Partiendo de este punto, el budismo se opone enérgicamente a matar a los seres vivientes; no sólo no se puede matar al ser humano, sino tampoco a los de los otros cinco grupos vivientes; no sólo no se puede matarlos, sino tampoco hacerles daño o indignarlos.
La actitud budista hacia los seres no sentimentales está estrechamente ligada con su actitud hacia los seres vivientes sentimentales. El budismo no menosprecia ni abusa ni despilfarra las flores, hierbas, árboles, montañas y ríos por ser no sentimentales. Pero para el budismo, el ambiente externo es el fruto de los seres vivientes sentimentales. Si éstos tienen bondad y hacen muchas obras de caridad, la correspondencia dependiente se volverá mejor. Por ejemplo, la paz, alegría, riqueza, felicidad y solemnidad son frutos de las obras de caridad de los seres vivientes sentimentales en su vida pasada, y viceversa. Partiendo de este punto, el budismo destaca más los daños del hombre en lugar de los desastres naturales. A criterio del budismo, el énfasis no está en la naturaleza externa, sino en el mundo interno del ser humano. Sólo a través de constantes reflexiones internas y trasladándose de la maldad a la bondad, el corazón limpio hará realidad la tierra limpia.
- La naturaleza moral del hombre en el confucionismo. La cultura confuciana se apoya en la naturaleza moral del hombre, que trata de desarrollar con una especial atención a las relaciones humanas. El espíritu de estas enseñanzas contempla un orden sagrado que gobierna tanto la vida de la sociedad como la vida de la naturaleza. Este orden cósmico deriva de los fundadores de la civilización china y se refleja en los ritos sagrados de los que Confucio era un reverente y asiduo cultivador.
Pero la obra de Confucio no se limita a idealizar el pasado. Su enseñanza apunta a transformar las viejas concepciones rituales en un orden ético que ha llegado a ser el corazón de la cultura china. No basta con mantener el orden externo del ritual y de la ley si el hombre no se conforma también a ese orden con una plena adhesión de su mente y de su voluntad. Confucio advierte que, sin las virtudes personales de bondad desinteresada, sinceridad y lealtad, la veneración y práctica de los ritos tradicionales carece de eficacia espiritual. La educación confuciana apunta así a crear no simples intelectuales sino hombres moralmente distinguidos. Cada ser humano ha de cumplir honestamente su obligación en el estado y situación de vida al que ha sido llamado por el cielo. La exaltación de la piedad filial, como la gran virtud enseñada por Confucio, ha suministrado una base firme para la autoridad paterna en el orden social confuciano.
- La armonía de la naturaleza en el taoísmo. El propósito de los taoístas es la lograr la armonía con la naturaleza, despojándose de ambiciones y regresando a un sencillo pasado utópico e imaginario. Desarrollaron sus ideas en la búsqueda de la inmortalidad y de la longevidad para sus seguidores. Según los taoístas, sus seguidores podían llegar a alcanzar la invisibilidad y el don de la levitación, entre otras cualidades. La rama religiosa del taoísmo produciría las místicas figuras de los Ocho Inmortales, con sus emblemas identificables y propios –como la flor de loto, la flauta, etcétera-, así como sus atributos específicos –como la longevidad, la felicidad, etc- e igualmente representaban la divinidad patronal de oficios como el de los actores, los músicos, los barberos, los vendedores de flores, etc. Las imágenes representativas de los Ocho se pueden encontrar en los templos taoístas, en los que son venerados como símbolos de buena suerte, perdurando como motivos en la decoración contemporánea.
- La naturaleza y nintoísmo. La veneración de los kami, divinidades o espíritus poderosos, está en la esencia de la religión sintoísta. Los kami simbolizan e individualizan las fuerzas vitales que animan el universo. Son, a la vez, fuentes de la vida humana y de la vida de toda la naturaleza, de todo el cosmos. Los kami no son ni omnipotentes ni omniscientes; cada uno dispone de ciertos poderes sobrehumanos. Si bien son invisibles, ejercen su influencia sobre el universo y se les debe ofrecer culto. La principal práctica del sintoísmo consiste en adorarlos, aplacar su ira o simplemente establecer una cierta relación con ellos. Residen en objetos naturales o en otros hechos por el hombre: montaña, árbol, animal, roca, relámpago, espada, espejo. Este último es soporte material del kami, potencia invisible, oculta, sagrada que reside en él.
El número de los kami es infinito. Todo lo que tiene un carácter extraño, eminente, peligroso o mágico es kami: los emperadores, los hombres potentes, ilustres, los genios humanos excepcionales, los grandes guerreros, todos llegan a ser kami después de su muerte.
La religión sintoísta se refiere a la naturaleza humana como generalmente buena. Los seguidores del sintoísmo creen que kami da vida al hombre, lo que lo hace sagrado. Sin embargo, creen que también esta divinidad interior no se presenta por sí misma, haciendo que el hombre necesite la purificación. Los practicantes del sintoísmo creen que toda vida humana debe ser respetada, ya que es un regalo de kami. Creen también que todo ser humano debe respetar los derechos de los demás.
Los sintoístas reconocen muchos lugares sagrados: montañas, manantiales, etc. Cada santuario se dedica a un específico kami que tenga una personalidad divina y responde a las oraciones sinceras de los fieles. Al entrar en un santuario, se pasa a través de un Tori una puerta especial para los dioses. Esto marca la demarcación entre el mundo finito y el infinito mundo de los dioses. En el pasado, los creyentes practican misogi, el lavado de sus cuerpos en un río cerca del santuario. En los últimos años sólo se lavan las manos y lavan la boca en un lavabo siempre dentro de los terrenos del santuario. Los creyentes respetan a los animales como mensajeros de los dioses. Un par de estatuas de Koma-inu (perros guardianes) se enfrentan entre sí dentro de los terrenos del templo. Las danzas son realizadas por bailarines expertos y entrenados. Consisten en muchachas jóvenes vírgenes, un grupo de hombres, o de un solo hombre.
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